Vivir con emociones contradictorias
Hace un par de semanas, me sentía un poco triste. Ya lo he escrito antes. Me pasa de vez en cuando. No es que esté deprimida, solo que a veces mi ánimo decae un poco. Vivir con discapacidades es duro. Es duro no poder hacer lo que solía hacer y lo que todavía quiero hacer. Y esta vez, Steve y yo también parecíamos estar más enfrentados. Hubo un poco más de fricción de lo normal y un poco más de silencio.
A lo largo de los años hemos hecho psicoterapia juntos, y ha sido realmente útil. Esta vez, por suerte, hicimos algo que nos hemos dicho que deberíamos hacer más a menudo: una sesión de autoterapia: Reservarnos un tiempo. Eliminar las distracciones. Centrarnos en el deseo de entender qué nos pasa y qué podemos hacer al respecto.
Mirar hacia delante, no hacia atrás
Una de las cosas que me deprimió fue leer una descripción mía en relación con mi trabajo en Stroke Onward, una descripción que no mencionaba que había sido profesora en Stanford antes del ataque o derrame cerebral. Steve había intentado explicar que, en ese contexto, el hecho de que yo hubiera sido profesora no era realmente importante. Lo importante para ese público es todo el trabajo que he hecho desde el ataque o derrame cerebral y que sigo haciendo ahora. Si bien esa lógica puede considerarse válida, el razonamiento que planteó Steve no ayudó en absoluto a disipar mi frustración. De hecho, empeoró las cosas.
Dar importancia a mis logros pasados era mirar atrás. Al escribir Identity Theft: Rediscovering Ourselves After Stroke (Robo de identidad: Redescubrirse después de un ataque o derrame cerebral), hablé de la necesidad de mirar hacia delante, no hacia atrás. Centrarme en la vida que quiero construir, no en la que perdí. Entonces, ¿por qué miraba hacia atrás? Porque es humano. Aunque mi carrera anterior no fuera directamente relevante para la actividad actual, lo que yo hacía antes del ataque o derrame cerebral desempeñó un papel importante en lo que soy después de él. Sigue formando parte de mi identidad, aunque ya no sea mi trabajo. Y, lo que es más, ¡todavía me fastidia que el ataque o derrame cerebral me obligara a dejar ese trabajo!
En el libro también hablo de la necesidad de crear un espacio para el duelo, de que el objetivo no es “superar” mi pérdida, sino “ir más allá” de ella, avanzar de forma constructiva frente a ella. No quiero quedarme atrapada en la tristeza a causa de mi dolor, pero tampoco puedo (probablemente no quiero) dejar de pensar en las cosas importantes que he perdido. Ya sea el trabajo que perdí en Stanford, o mi padre que murió demasiado joven, siguen siendo partes importantes de lo que soy y no quiero olvidarlas. Quiero recordar todo lo bueno que tienen y aprender a procesar mejor mis emociones en torno a su pérdida para seguir adelante con una vida gratificante.
Date un momento para lamentarte
Nuestra hija Sarah nos introdujo a ese concepto cuando estaba en los primeros años de la escuela secundaria, poco después de mi ataque o derrame cerebral. Estaba hablando con Steve, quejándose de su frustración por algo malo que había pasado en el colegio. Al igual que Steve, normalmente es una persona que resuelve problemas, así que él empezó a hacerle preguntas que podrían conducir a soluciones. Ella hizo una pausa, lo miró y le dijo: “No estoy preparada para resolver esto. ¿Puedes simplemente acompañarme cinco minutos mientras me tomo un momento para lamentarme?”.
Steve y yo hablamos a menudo en nuestro trabajo sobre el poder de tomarse un momento para lamentarse y, sin embargo, a menudo nos olvidamos de aplicar este concepto nosotros mismos. Su intento de disipar mi frustración no me sirvió de nada. Yo necesitaba que me acompañara en ese momento de lamentación. Una de las razones por las que nos gusta el concepto es que implica que es por un plazo limitado. Conceptualizarlo de esta forma ayuda a evitar que quedemos atrapados en ese espacio negativo durante demasiado tiempo.
Procesamiento de las emociones negativas
Todos lo hacemos de forma diferente. Algunos necesitamos simplemente transitarlas. Pero otras personas, como a Steve, no las aceptan. “Sé que tengo que mejorar en esto, pero no me gusta vivir rodeado de mucha negatividad”, me dijo mientras caminábamos. Es algo que me encanta de él: es uno de los grandes optimistas del mundo. Y cuando hay un problema, encuentra la manera de resolverlo. Eso suele ser bueno para la persona que tiene el problema, pero también para él: se deshace de la negatividad. Eso me ha servido (nos ha servido) muy bien en los 12 años que han pasado desde mi ataque o derrame cerebral.
Pero no siempre funciona. Como esta vez, a veces necesito que me acompañe en un momento de lamentación. Utilizar ese concepto es realmente útil para Steve, ya que le comunica que no debe preocuparse, porque no pienso quedarme en ese espacio negativo para siempre. Me alegra que Steve me haya dicho en nuestro paseo que quiere aprender a detectar mejor estos momentos. Y yo tengo que mejorar a la hora de pedirle un momento para lamentarme cuando lo necesito.
Un proceso para toda la vida
Mirar hacia delante me permitió escribir Identity Theft, y hacer el trabajo que hacemos en Stroke Onward. Eso, a su vez, me da el propósito que necesito en mi vida para ayudarme a seguir centrada en mirar hacia delante. Y, sin embargo, Steve y yo nos dimos cuenta en nuestro paseo de que a menudo mis períodos “tristes” se presentan luego de cosas buenas que suceden en nuestro trabajo. Ya he escrito anteriormente que esto también ocurre después de acontecimientos sociales divertidos. Las cosas buenas que experimento con las limitaciones de mis discapacidades me hacen pensar en lo que podía hacer antes, cuando no tenía esas limitaciones.
Intelectualmente, creo que he aceptado que voy a vivir con la tensión de “mirar hacia delante y mirar hacia atrás” durante el resto de mi vida. Emocionalmente, sigo aprendiendo a vivir con ello. Necesito aceptar que será un proceso emocional continuo. Necesito herramientas que me ayuden a hacerlo. Steve bromea diciendo que yo debería volver a leer mi propio libro cada tres meses.
Quiero recordar que está bien tomarme un momento para lamentarme. Quiero aprender a salir de ese momento cada vez con más eficacia a medida que continúe mi proceso. Y para hacerlo durante el resto de mi vida necesitaré apoyo de Steve, de mi terapeuta, de mis amigos y de mi familia; necesito que me hagan notar cuando estoy teniendo un desliz. No para regañarme, sino para hacérmelo notar.
Y quizá lo más importante es que no solo tengo que aceptar ese tipo de apoyo, sino que tengo que pedirlo.
Gracias, Steve, por ayudarme a plasmar estos pensamientos en nuestra columna.
Debra Meyerson, sobreviviente de un ataque o derrame cerebral, y Steve Zuckerman, su marido desde hace 33 años y “compañero de cuidados” tras el ataque o derrame cerebral, fundaron la organización sin fines de lucro Stroke Onward para ayudar a sobrevivientes, familiares y cuidadores a recorrer el camino emocional hacia la reconstrucción de sus identidades y vidas gratificantes. Como escritores invitados, comparten sus experiencias y puntos de vista en su proceso posterior a un ataque o derrame cerebral.