Cómo la inteligencia artificial me ayudó a aprender a escribir de nuevo
Mukul Pandya es sobreviviente de un ataque o derrame cerebral y ex jefe de redacción de Knowledge@Wharton, la revista en línea sobre gestión de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania. En esta columna comparte su experiencia personal con la recuperación tras un ataque o derrame cerebral. Habla de cómo se dio cuenta de que la recuperación no tenía por qué significar volver a su situación anterior, y de cómo utilizó herramientas de inteligencia artificial para ayudar a reconstruir una vida profesional significativa y gratificante.
En la actualidad, Mukul es profesor asociado en la Said Business School de la Universidad de Oxford y colabora con Stroke Onward para impulsar el cambio en el sistema de atención médica y ofrecer apoyo integral a los sobrevivientes de ataques o derrames cerebrales y sus familias. Esta columna es una versión actualizada de un ensayo más largo escrito en 2021.
Hace dos años, un ataque o derrame cerebral lacunar pontino trastornó mi vida tal y como la conocía. Este tipo de ataque o derrame cerebral se produce cuando se obstruye una arteria que suministra sangre a una parte profunda del cerebro. El ataque o derrame cerebral me privó del uso del lado izquierdo del cuerpo. Y lo que es más importante, perdí la capacidad de escribir y editar, mis principales modos de expresión e identidad. No tuve afasia aguda, aunque empecé a arrastrar las palabras. Al cabo de un tiempo, me daba cuenta de que mi lengua estaba a punto de pronunciar mal una palabra y cambiaba a otra.
Como escritor y editor profesional desde finales de los años setenta, durante décadas, las palabras habían sido las herramientas de mi trabajo. Fundamentalmente, eran el medio a través del cual me conectaba con el mundo. Perder la capacidad de escribir era como estar atrapado en un calabozo subterráneo, viendo cómo se desvanecía la esencia de lo que yo era.
¡Qué horribles fueron esos primeros días! La perspectiva de vivir sin poder escribir o compartir historias me parecía insoportable. Si bien no llegué a tener tendencias suicidas, en los días más oscuros resonaban en mi mente las palabras de La Pasionaria, una revolucionaria de la Guerra Civil española: “Es mejor morir de pie que vivir de rodillas”.
Punto de inflexión
Un punto de inflexión clave llegó cuando, mientras buscaba libros que pudieran ayudarme a enfrentar mi discapacidad, conocí “Identity Theft: Rediscovering Ourselves After Stroke” (Robo de identidad: Redescubrirse después de un ataque o derrame cerebral), de Debra E. Meyerson y Danny Zuckerman, su hijo. Vi que dos de mis antiguos colegas lo habían recomendado y rápidamente pedí un ejemplar.
Una de las primeras y más valiosas lecciones que aprendí de Robo de identidad fue el significado de la recuperación. En los primeros días después del ataque o derrame cerebral, había imaginado ingenuamente que, en unos meses, volvería a ser la persona que solía ser. El libro de Meyerson me ayudó a darme cuenta de que en la vida no se puede saltar hacia atrás; hay que saltar hacia delante. Recuperarme significaba aceptar la nueva normalidad de mis capacidades tras el ataque o derrame cerebral y construir una vida significativa en torno a ellas.
La salvación llegó de forma inesperada: el campo emergente de la inteligencia artificial (IA) y la tecnología de asistencia. Mis tímidos primeros pasos fueron impulsados por las herramientas más sencillas de mi teléfono inteligente y mi computadora portátil: texto predictivo que terminaba mis frases, funciones de voz a texto que daban forma digital a mi voz y una de mis aplicaciones que me permitía comunicarme con amigos de todo el mundo mediante mensajes de voz. Se convirtieron en mis salvavidas. Cuando pude empezar a responder mis propios correos electrónicos, recuperé parte de mi agencia. Un rayo de luz atravesó la oscuridad.
Un gran avance llegó con el descubrimiento de un servicio de transcripción basado en IA que se convirtió en mi escriba, escuchando atentamente mis palabras habladas y transformándolas en texto escrito. Con esta herramienta, podía dictar mis pensamientos y verlos reproducidos en la pantalla, no solo como palabras transcritas, sino como una reconstrucción de mi identidad como escritor.
Editar las transcripciones se convirtió en un proceso terapéutico a través del cual remodelé mis artículos y, además, reconstruí mi autoestima. Cada palabra que editaba era un ladrillo que me ayudaba a reconstruir mi identidad destrozada. Ya no era solo un sobreviviente de un ataque o derrame cerebral; había renacido como escritor.
Continuación de mi viaje con la IA
Mi viaje con la IA no terminó ahí. Empecé a explorar herramientas de IA generativa más avanzadas que se convirtieron en mis compañeras de colaboración en el proceso creativo. Parecían haberse convertido en extensiones de mi voluntad, ayudándome a reconstruir historias, a elaborar artículos y a relacionarme con los lectores una vez más. La IA puede hacer mucho más que generar texto. Las imágenes son otra forma de expresarse con estas herramientas. Creé esta imagen con una herramienta de IA utilizando unas pocas palabras para impulsar la creación del diseño.
El proceso de reaprender a escribir fue un complejo vals entre la creatividad humana y la precisión mecánica de la IA. Yo iniciaba el proceso de redacción con mis pensamientos e ideas. Después, la IA, con sus rápidos e incansables algoritmos, se encargaba de transcribir las narraciones de audio a texto. Por último, en la revisión y edición de este texto, entraba en juego mi juicio humano, que esculpía la materia prima en escritos acabados.
A medida que elaboraba oraciones y párrafos, mi identidad profesional iba tomando forma. El acto de escribir, facilitado por estas herramientas avanzadas, reconstruyó mi resiliencia. Amigos y colegas desempeñaron un papel fundamental en este proceso. Me confiaron proyectos de escritura, me desafiaron a poner en juego mis habilidades y me empujaron hacia la recuperación. Su confianza en mi capacidad fue un componente fundamental de mi rehabilitación.
La colaboración con IA se convirtió en un flujo de trabajo estructurado. Se empieza con una tarea humana; se sigue con una tarea limitada que la IA puede gestionar; y se termina con una tarea que requiere supervisión humana. Es un plan para superar la discapacidad, una estrategia que puede reproducirse y personalizarse para otros que enfrenten retos similares. Mi creciente relación con la IA me ha demostrado que las herramientas de la era digital pueden servir como extensiones de nuestras capacidades, ofreciendo un camino de vuelta a la productividad y el propósito.
Mi experiencia me ha enseñado que, para quienes se enfrentan a las secuelas de un ataque o derrame cerebral u otras discapacidades que alteran la vida, la fusión de la fuerza de voluntad humana con las herramientas adecuadas puede conducir a resultados extraordinarios. Mi experiencia no es única. Es la historia de toda persona que, ante la adversidad, encuentra formas de adaptarse. Es un mensaje de esperanza para todos los sobrevivientes de un ataque o derrame cerebral, que subraya que nuestras identidades y capacidades no se han perdido, sino que esperan renacer y redefinirse mediante la perseverancia. Las herramientas tecnológicas, y en especial la IA, pueden ayudarnos.
Al compartir esta historia, mi objetivo es demostrar que la colaboración entre el esfuerzo humano y la inteligencia artificial no solo puede restaurar lo perdido, sino también impulsarnos hacia nuevas cumbres. Eres más fuerte que tu ataque o derrame cerebral. Nunca te rindas. Puedes recuperar tus capacidades, tu identidad y tu propósito. Con la IA como aliada, el viaje que tienes por delante es un viaje de esperanza, transformación y potencial inexplorado. Adopta estas herramientas de IA no como muletas, sino como alas. Reconstruye tu identidad y tu vida.
En mi caso, la IA me ayuda a escribir y editar de nuevo: así es como encuentro sentido. ¿Dónde pueden ayudarte esas alas a volar para reconstruir el sentido, el propósito y una vida gratificante?
Debra Meyerson, sobreviviente de un ataque o derrame cerebral, y Steve Zuckerman, su marido y “compañero de cuidados” tras el ataque o derrame cerebral, fundaron la organización sin fines de lucro Stroke Onward para ayudar a sobrevivientes, familiares y cuidadores a recorrer el camino emocional hacia la reconstrucción de sus identidades y vidas gratificantes. Como escritores invitados, comparten sus experiencias y puntos de vista en su proceso posterior a un ataque o derrame cerebral.