Conocer las señales de derrame cerebral sirvió para actuar RÁPIDO y salvó una vida
Cuando Herbert “Hub” Miller trabajaba como líder global de una compañía internacional de ciencias agrícolas, su jefe terminaba todas las reuniones con un recordatorio del acrónimo “RÁPIDO” para reconocer los signos de un ataque o derrame cerebral: Rostro caído. Pérdida de fuerza en el brazo. Dificultad para hablar. Obtén ayuda, llama al 911.
“Me reclinaba en la silla y pensaba: ‘Otra vez el discurso sobre RÁPIDO; pasemos de tema’”, recordó. “Nunca pensé que lo usaría para mí mismo”.
En abril del 2021, Miller estaba trabajando desde casa cuando tuvo un dolor punzante en la cabeza. A medida que otros síntomas comenzaron a aparecer, el hombre de 42 años recordó aquellas reuniones y comprobó todos los síntomas: tenía la cara adormecida, su brazo izquierdo estaba caído y tenía dificultad para formar palabras.
“Pensé: ‘Esto no está bien’”, dijo.
Miller llamó a su esposa, Jan, que estaba haciendo trámites, y le pidió que vuelva a casa. Trepó las escaleras desde su oficina en el sótano de su casa en Westfield, Indiana, y esperó a Jan afuera; apenas llegó a la casa y vio a Miller, ella llamó al 911.
“Estaba tirado en la acera, empapado en sudor”, recordó Jan.
Cuando la ambulancia llegó, los paramédico reconocieron los síntomas: Hub estaba sufriendo un ataque o derrame cerebral.
En el hospital, lo llevaron de inmediato para realizar una tomografía computarizada y determinar qué provocó el ataque o derrame cerebral. Resultó ser un accidente cerebrovascular hemorrágico, un vaso sanguíneo roto que estaba sangrando en el cerebro. Miller se sometió a una craneotomía, un procedimiento en el que se quita parte del hueso del cráneo para exponer el cerebro, drenar la sangre y aliviar la presión en el cerebro.
Personal de enfermería y un capellán se reunieron con Jan en la sala de espera. El capellán leyó los ritos funerarios de Hub y le dijo a Jan que debería despedirse: su probabilidad de sobrevivir no era alta.
“La mayoría de las personas no lo supera [un accidente cerebrovascular hemorrágico]”, dijo Jan.
No fue hasta que Miller se recuperaba en la unidad de cuidados intensivos que comprendió el impacto real del ataque o derrame cerebral. Provocó un aumento anormal de la tonicidad muscular, dolor y espasmos, conocidos como espasticidad, lo que le generó dificultades cognitivas y de movilidad.
Miller pasó 3 semanas en el hospital antes de que lo transfirieran a un centro de rehabilitación, donde pasó 5 semanas adicionales recibiendo cuidados continuos que incluían fisioterapia, terapia ocupacional y terapia del habla.
“Intentaban hacerme mover el brazo y la pierna izquierdos, y mover los dedos del pie y las manos”, comentó. “No podía moverme, pero seguimos intentándolo. Trabajé sumamente duro todos los días”.
Muchos sobrevivientes sufren espasticidad en el primer año luego del ataque o derrame cerebral, lo que puede disminuir su capacidad de realizar tareas cotidianas que antes podían hacer. Después del ataque o derrame cerebral, Miller tuvo dificultades para realizar tareas que antes eran simples, como dibujar un reloj, completar un crucigrama y jugar juegos de memoria. Adicionalmente, él es zurdo y el ataque o derrame cerebral le afectó la movilidad del lado izquierdo, lo que hizo imposible que pudiera sostener un lápiz.
“A veces, tenía problemas para escribir una respuesta legible”, afirmó. “Tuve que volver a aprender a escribir”.
Miller estaba desarrollando su caligrafía al mismo tiempo que su hijo menor aprendía a escribir en su primer año de primaria. Miller le pidió a la maestra que enviara hojas de ejercicios adicionales, y padre e hijo hacían la tarea juntos.
Miller continúa colaborando con un terapeuta ocupacional 3 horas a la semana y usa instrumentos de adaptación como un micrófono para dictar mensajes de texto y correos electrónicos. Ha asistido a talleres sobre habilidades para lidiar con lesiones en el cerebro y participa en reuniones grupales para adaptarse a su nueva normalidad.
Recuerda sentirse muy frustrado con su falta de progreso y su bajo puntaje en las evaluaciones de la terapia del habla. “Siempre sacaba calificaciones de "A" (un 10 en el sistema educativo estadounidense) en la escuela y tenía las calificaciones más altas”, dijo. “Un día, el terapeuta del habla me dijo: 'No te preocupes por obtener la puntuación perfecta hoy; mira el progreso que has logrado en este último mes'”.
“Es muy importante tener la perspectiva correcta. Ser agradecido es muy importante para mí, y lo estoy todos los días”.